Por: Cristian Antonio Cooz.- Hay seres tan perversos, que aunque tienen apariencia humana, son realmente una bestia infernal para quienes la sangre es un tributo y el sufrimiento de los demás un auténtico placer. Estos seres diabólicos no conocen la compasión y aunque pertenecen a las pailas del infierno, muchos de ellos se pasean entre los mortales, asechando para saltar sobre su próxima víctima y descuartizarla.
Uno de los casos más espantosos ocurrió una noche de domingo de luna llena y de nubes plomizas de tormenta del mes de agosto de 2013 en un pueblo de Sinamaica, municipio Guajira en el estado Zulia. Fue en esa vivienda, que ahora nadie quiere ni regalada, que ocurrieron los trágicos hechos que harían palidecer las más escalofriantes películas de horror pergeñadas en por los más dementes guionistas de Hollywood.
Al rayar el alba, los vecinos de la zona escucharon gritos desgarrados que provenían de dentro de la referida vivienda y como era domingo y muchos de ellos no estaban trabajando, acudieron en cambote a ver qué estaba sucediendo.
Antes que pudieran entrar, vieron la puerta de entrada que se abría lentamente y todo mundo quedó petrificado. Lo que vieron salir por ella… ¡los dejó con la boca abierta de puro terror! Era el joven “Alberto” de 18 años que ahí vivía, quien con la palidez de un muerto, se agarraba de la puerta y la pared con la mano derecha, tratando de caminar. Los vecinos vieron espantados que el chamo tenía la otra mano amputada y que de donde había estado esta extremidad, manaban grandes cantidades de sangre espesa y roja que iba chorreando mientras avanzaba hacia la calle como un zombi.
Salidos del shock que les había causado aquella tétrica visión, los lugareños corrieron a ayudarlo. Le salvaron la vida colocándole trapos en la espantosa herida y deteniendo por momentos la hemorragia. Lo cargaron en peso antes que se desplomara y lo subieron a un carro particular, llevándolo a la emergencia del Hospital de Sinamaica, donde lo estabilizaron.
Durante el mes en que Alberto estuvo convaleciente, los agentes para casos especiales del Cicpc investigaron todo lo relacionado con el caso. Aquello que había ocurrido en esa humilde casa, era de verdad aterrador.
Los cadáveres de la señora Rosa de 60 años y María de 19 (ambas madre y hermana de Alberto respectivamente), estaban horriblemente mutilados. Particularmente la señora Rosa, tenía el rostro desfigurado, dedos amputados y las vísceras salían de su estómago, desparramándose por toda el colchón de la cama empapado en sangre donde yacía el cuerpo.
Devorando el cuerpo
A los pocos metros, a los lados de la cocina, estaba el cadáver de María. Esta tenía las cuencas de los ojos vacías, el cuello horriblemente abierto de parte a parte y varias puñaladas en la cabeza, en el pecho y en el abdomen.
Basado en el rigor mortis (rigidez de muerte), Jhon el forense, determinó que la muerte de ambas mujeres se había producido alrededor de las 10 de la noche del domingo. Los rastros de sangre arrojaron más luz sobre lo ocurrido. Se determinó que la señora Rosa fue sorprendida en su propio cuarto por la bestia asesina y que su hija María, debió haber llegado a casa cuando el asesino todavía estaba al lado del cuerpo, devorándolo, pues había gotas de sangre en la puerta de la habitación que se extendían hasta la sala, donde fue asesinada.
Según la reconstrucción de los macabros hechos, María, al llegar de visitar a unos amigos, debió haber entrado a la casa sin saber que la muerte estaba en ella. Esta muchacha se habría dirigido al cuarto de su mamá y al ver la espantosa escena del “monstruo resollando” al lado del cadáver de su madre, emitió un terrible grito, que fue el que dicen los vecinos que escucharon como a esa hora y que se esparció por toda la zona, aunque nadie tuvo el valor de salir para ver de qué se trataba.
María habría corrido por su vida e intentó abrir la puerta de la calle nuevamente para escapar (como lo sugería que su llave estuviera partida en la cerradura por la parte interna), pero ahí fue alcanzada por la bestia que saltó sobre ella. Luego de golpearla brutalmente (tenía muchos moretones en la cara y la boca partida), le sacó los ojos con algún tipo de puntas parecidas a garras, arañando sus jóvenes mejillas, clavándosela en la parte alta de la cabeza y asestándole las otras terroríficas heridas.
La bestia se arrastró hasta el otro cuarto
Luego de cometer semejante barbarie contra madre e hija y contra la humanidad misma, la demoníaca bestia babeante y grasienta se arrastró hasta el cuarto donde estaba durmiendo Alberto, el otro hijo de la señora Rosa, y saltó sobre él en la cama.
Según relató el mismo Alberto, él tuvo que luchar cuerpo a cuerpo con este ser maligno, pero desgraciadamente el extraño ente tenía una especie de hacha y con ella, le cortó de un tajo la mano a la altura de la muñeca, antes de salir corriendo pues algunos vecinos habían ido a tocar la puerta. El supuesto extraño ser, morbosamente sangriento, escapó dando un sobrenatural salto sobre la cerca del patio trasero y se perdió en la oscuridad, dejando atrás el terror líquido, chorreando por los pisos de la lóbrega casucha.
Este relato casi sobrenatural de Alberto, cuyo rostro pálido, huesudo y afeminado contrastaba con la de las rudas caras indígenas de la mayoría Wayúu del vecindario, decía que “la bestia nocturna”, posiblemente era un ser de carne y hueso, pero que nunca llegó a verle la cara. Que su rostro estaba invadido por el pelo como de animal y que tenía unos colmillos grandes.
Al principio, los psicólogos del Cicpc se inclinaron a creer que muchas de las cosas que decía el muchacho eran alucinaciones, producto de la cocaína que fue encontrada en su organismo y que había consumido aquella noche, lo que le habría impedido escuchar nada del drama que estaba ocurriendo en su casa; pero después… la insistencia de los agentes para casos especiales Carlos Salinas y Mario Pinto, hizo que se enfocara un aspecto de la situación que no había sido tomada en cuenta hasta entonces.
¡Él es la bestia nocturna!
Estos funcionarios no se dejaron engañar por la lóbrega situación e insistieron en que “la bestia nocturna”, nunca había llegado desde ningún sitio, ni había escapado. ¡la bestia nocturna era el mismísimo joven Alberto!
Los jefes de estos agentes les recordaron con sarcasmo que al muchacho le habían amputado una mano. “Eso solo fue un ardid, un «mal menor» para tapar su dantesco crimen”, contraatacaron ellos. Le pidieron al forense que reprodujera en un sistema informático de imágenes tridimensionales, la manera y el ángulo en que se pudo haber cercenado la mano de Alberto. Lo que descubrieron fue muy impactante. Era probable que este muchacho se hubiera amputado asimismo usando su mano derecha.
Aunado a eso, se descubrió que era mentira que la bestia hubiera escapado al escuchar que los vecinos tocaban la puerta. Tan aterrorizados estaban estos, que nadie acudió esa noche pese a los gritos que se esparcieron como ecos mortuorios por toda la zona.
Otro de los puntos flacos de la declaración de Alberto, estaba en que eran como las 8 de la mañana del día lunes cuando salió caminando de la casa con su mano amputada y chorreando sangre ante el estupor de los vecinos. Eso indicaba que esa mano acababa de ser cercenada hacía unos minutos y no en la noche cuando fueron brutalmente asesinadas su madre Rosa y su hermana María.
El hacha que se usó para cortarle la mano, fue localizada en un montarral adyacente a su patio. Aunque no tenía huellas digitales, se determinó que el asesino la había sido usado utilizando guantes quirúrgicos, uno de los cuales fue encontrado también en los alrededores, conteniendo en su interior varios bellos, a los que se le practicarían pruebas de ADN, las cuales arrojarían que pertenecían al mismo Alberto.
Con todas estas evidencias, los investigadores Carlos Salinas y Mario Pinto, acompañados por otros de los agentes del equipo de casos especiales, confrontaron a Alberto en su cama de convaleciente en el hospital. Al principio lo negó todo, pero luego… su rostro se transfiguró. Su sonrisa se torció convirtiéndose en una mueca diabólica. De las comisuras de sus labios comenzó a emerger la saliva, expulsaba en miles de chispas con su risa sardónica. ¡Él era la bestia! Caso resuelto.