Por: Douglas González
Publicado en: Diariolacalle.com.ve
Ludwig Wittgenstein fue el filósofo que postuló que el silencio es la suma mayor de todo lenguaje posible. Al final de su obra Tratactus Logico-philosophicus –piedra angular de la filosofía del lenguaje-, señala que el lenguaje no habla de la realidad sino de sí mismo -es una representación- las palabras hablan de palabras no de otra cosa.
Tras pasearse por un andamiaje de deducciones lógicas argumentativas, luego de estudiar y derivar consecuencias sobre el lenguaje e identificar que al interior del lenguaje se juega al sentido, es decir a la interpretación subjetiva de las palabras; lo que llamó los juegos del lenguaje: nos dice como el sentido se construye siempre al interior de un conjunto de reglas que delimitan que es lo verdadero y lo falso, y lanza su teoría más controversial: el lenguaje no cumple su función de representar la realidad, está incapacitado de alcanzar ese objetivo: de lo que no se puede hablar, es mejor guardar silencio.
¿Qué hacer? ¿Lo que hace todo el mundo? Hablar sin parar aunque ese hablar jamás llegue a alcanzar lo real, y tal vez sea el silencio el que permita cifrar el movimiento de captarlo. Para Wittgenstein es el silencio el que abona el sentir, porque en silencio es que vemos al hombre pensando.
Por su estructura el Tratactus es un libro de difícil lectura, que busca profundizar la lógica y la filosofía del lenguaje. No es un libro de uso común –difícil que usted lo consiga en una librería-, tampoco es un libro abordable sin tener conocimiento previo de la lógica analítica, que debemos diferenciar de la lógica del sentido común que es lo que la mayoría suele nombrar como lógica. Es un libro problemático y desafiante en su comprensión, en el que se disputa todo, desde el lenguaje como real vehículo de expresión hasta la filosofía como ámbito donde se construyen las respuestas.
La escritura de Wittgenstein es fragmentaria, muy imprecisa y en permanente fluctuación, pero leerlo estimula pensar y a pensarte, pero pensarte más allá de las cosas y del lenguaje que las nombra. Hacerlo desde el sentido y el sin sentido de la expresión.
El Tratactus fue escrito en gran parte en los lugares menos imaginados para concebir una obra de su categoría, genialidad y trascendencia: las trincheras del frente de guerra de la Primera Guerra Mundial, donde Wittgenstein -siendo muy joven- luchaba como soldado del Ejército austriaco, su país de nacimiento, aunque posteriormente se nacionalizara británico. El libro siguió avanzando en su redacción incluso en la temporada cuando Wittgenstein estuvo recluido en un campo de concentración italiano.
Wittgenstein no es un autor popular, ni de lectura masiva, pero nos brinda una apertura hacia una filosofía desde donde podemos repensar todas las cosas.