Por: Douglas Gonzalez
Douliteratura.blogspot.com
Separados en el tiempo por unos 300 años de distancia, la personalidad psicológica de Karl Marx y Solimán el Magnífico (1622 DC), se estrechan la mano a través de la figura del complejo mesiánico, y el deliro de refundar a la humanidad; para lo cual cada uno se ve influenciado por el mito del milenarismo, el cual es considerado la espera de una Nueva Era del hombre en la tierra, una reinauguración civilizatoria en el afán del regreso del paraíso perdido, vinculado a la idea de la Edad de Oro.
El complejo mesiánico es una condición psicológica en el que el sujeto cree ser un salvador (una especie de dios, o investido como líder espiritual), un predestinado, poseedor de una visión única que llevará a una nación o raza al sueño irrealizado, hacia un futuro promisorio, un salvador.
Los estudiosos de la psicología emparentan al complejo mesiánico con la esquizofrenia del elegido. Pero nada es real, todo es falso.
El milenarismo no es exclusivo de lo religioso, sino que ha logrado permear a ciertas ideologías políticas, como el comunismo y el nazismo, los dos más representativos. Hijo de una cultura mesiánica como el judaísmo Karl Marx al parecer no tuvo exento de la influencia que suelen generar los conocidos cinco libros de la Ley o la Torah, en la identidad judaica.
A diferencia de Solimán que si fue considerado un mesías en su tiempo, y quien proclamó que con su reinado se iniciaba una Edad de Oro, Marx hizo de sus escritos y estudios económicos una especie de evangelio para restaurar un nuevo orden humano, refundar la civilización y crear al fulano hombre nuevo del socialismo, eternamente ausente desde la primera de las revoluciones, la rusa de 1917, hasta nuestros días, porque ningún gobierno de izquierda ha logrado establecerlo, porque responde a la exégesis de las utopías.
Como todo pensamiento milenarista el mesianismo marxista implica una espera: el despertar de la conciencia del proletariado, pero también proclama el fin de todo lo existente para su refundación.
Para algunos estudiosos del psicoanálisis hay una relatividad sexual en esa necesidad de regresar a un reino concebido como un retorno a las condiciones que existieron antes del pecado original.
Para el Marx alucinante, el capitalismo, el consumo y la alienación, son los grandes pecados que pervierten al alma humana. Pero al mismo tiempo sus escritos revelan lo inicuo de proclamar esa vigencia mesiánica, porque es su manera de compensar el fracaso perenne sufrido por este mesías, cuyo único destino posible es el fracaso.