El Martins: Mató a su madre y a su novia, salió de la cárcel y también asesinó a su padre

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Cristian Antonio Cooz. – «Es extraña la ligereza con que los malvados creen que todo les saldrá bien», decía el gran Víctor Hugo y este, es uno de esos casos donde un demonio criminal de nombre Andrés Lópes  Martins de 37 años, quien primero asesinó a puñaladas a su madre y a su novia, fue preso, salió libre con una cautelar ( y que «porque estaba loco») para rematar su macabra obra… asesinando también a su padre.

Este, que es un relato atroz y sangriento, como salido de uno de los cuentos febriles y etílico de Allan Poe, no es ficticio, es la pura y descarnada realidad que supera con creces a la ficción.

Tras salir de prisión por el doble homicidio, Martins empezó a asechar y acosar a su padre y al darse cuenta que este lo despreciaba y no le tenía miedo, puso en práctica su nuevo plan criminal con total lucidez y alevosía, jurándose que está vez, nadie sospecharía de él.

El papá no lo quería cerca

Al saber que su parricida hijo estaba libre, el señor Armindo Lopes Da Coincecao (77) se estremeció ¿cómo era posible? no podía creerlo.

No alcanzaba a entender cómo un ser tan maligno y peligroso como Martins, podía andar en las calles y que un juez le hubiera dado la libertad después del doble homicidio tan atroz de su propia madre y de su novia.

Conceicao no lo quería cerca de él por razones obvias, y así se lo hizo saber a Martins, pero este seguía insistiendo en que «tenía que calárselo porque era su hijo».

Al parricida Martins no le interesaba que su padre lo despreciara y siempre se le aparecía para pedirle dinero, chocando siempre con la negativa rotunda.

El señor Conceicao no podía olvidar que trataba con un demonio sangriento que había dejado de ser su hijo hacía mucho tiempo, pero nunca le demostró miedo.

Por un puñado de dólares

Una nefasta noche, el despreciable Martins se le apareció al señor Coincecao cuando este llegaba a su casa ubicada en la carretera Petare – Santa Lucia, sector Nueva Esperanza, Filas de Mariche, estado Miranda.

Al emerger de la espesa oscuridad donde había estado acechando a su presa, Martins, con extremo descaro le exigió a su padre que le diera 600 dólares americanos para pagar una deuda de drogas.

El valiente señor Coincecao lo enfrentó y le repitió que no le daría ni un centavo.

Ciego de odio, con los ojos inyectados de sangre y botando espumarajos por el hocico, Martins saltó como una bestia infernal sobre su desdichado padre biológico y comenzó a golpearlo sin piedad.

El anciano quiso defenderse, pero no tenía posibilidades, estaba a merced de aquel demonio reincidente. El hijo asesino tomó un mecate que llevaba consigo «por sí no le daba la plata» y lo estranguló sin piedad. Conceicao murió viendo desafiante a los ojos de aquel engendro.

Se adueñó de la casa y dijo que»el viejo» se fue a Colombia

Luego de muchos días de ausencia, los trabajadores y vecinos del señor Conceicao, notaron su ausencia y cuando iban a preguntar a la casa, se encontraban con el siniestro Martins, quien abría la puerta como dueño de casa y les decía con una mueca de pretendida sonrisa, que su padre «se había ido a Colombia» para practicarse estudios médicos.

El hijo asesino se había adueñado no sólo de la casa, sino del dinero y los carros de su padre.

Cuentan vecinos, que lo veían paseando «muy sonriente» en un una Toyota Hilux, placa A99AP7D o en un Volkswagen Fox, placa AE7370A, propiedad de su padre.

Martins creía en serio que está vez nadie lo descubriría, porque se tomó muchas molestias para tapar la aberración cometida. Pero nadie en el barrio ni en la empresa del señor Coincecao, se comían el cuento de que se fuera y le hubiera dejado todo a su hijo asesino.

Pagó a un cómplice que se vendió al diablo

Pese a las sospechas, el despreciable criminal, había tratado de no dejar cabos sueltos. Sabía que sin cuerpo, no había crimen.

Su plan no era para nada el de un sujeto loco, era el de un frío y  peligroso psicópata.

Pagó a uno de los trabajadores de su padre, a un tal Alexis Benítez Gil de 50 años, para que cavara una fosa en el patio de la misma casa del señor Coincecao y le enterrara ahí.

El tal Benítez, cobró por su trabajo de sepulturero, 200 dólares americanos y recibió una moto Kawasaki KLR 650. Ese fue su precio por venderle el alma al diablo.

Claro, con todo esto, el asesino creía que nunca lo descubrirían, pero ante las denuncias de vecinos y trabajadores, que se esperaban lo peor porque conocían de lo que era capaz la hiena de Martins («con el perdón de las hienas» como dijo un vecino), el Cicpc dio como desaparecido al señor Coincecao desde el 24 de agosto pasado.

Las averiguaciones iniciaron formalmente y, el principal sospechoso era lógicamente… Martins.

Los agentes del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc), no se anduvieron con cuentos. Consiguieron una orden de allanamiento de morada y pese a los esfuerzos de Martins y su cómplice por limpiar la escena del crimen, los agentes encontraron abundantes rastros de sangre, lo que les llevó a la fosa en el patio.

«Estoy loco, no es mi culpa»

Tras ser detenido por el asesinato de su padre, parece que Martins dijo muy tranquilo: «estoy loco, no es mi culpa, es el diablo que me ordenó hacerlo…»

Tanto él como su cómplice, el traidor Alexis Benítez Gil, fueron detenidos y puestos a la orden del Ministerio Público por tan aberrante acto.

Algunos vecinos y trabajadores del señor Conceicao, dijeron casi lo mismo. Su paráfrasis fue más o menos esta: «ese criminal no está loco nada… Es un peligro… Si lo sueltan matará a otro inocente, o quién sabe, hasta al mismo juez que lo libere».