Cristian Antonio Cooz/foto: Jacinto Oliveros.-La pandemia del Covid-19 ha sido otra plaga más, sumada al sufrimiento de los migrantes venezolanos. Esto ha forzado a miles de ellos a regresar a una Venezuela mucho peor que la que dejaron atrás hace años huyendo de la crisis generalizada y generada por el socialismo del siglo XXI.
Según explica el profesor y secretario de la Universidad de Carabobo, Pablo Aure, cuando millones de venezolanos se fueron en busca de mejores horizontes a países como Colombia, EE.UU, Perú, Ecuador, Brasil o Panamá y otros mucho más lejos, aun la situación económica no era tan grave (por no nombrar los demás aspectos de la crisis) y todavía se podía comer decentemente.
El sueldo era muy bajo, pero todavía podía decir que el bolívar, la moneda oficial, valía algo. Desde 2015-2016, la destrucción económica y del poder adquisitivo de los trabajadores tuvo su efecto cascada, detalló Aure.
Se volaron las represas que contenían la acumulación de 15 años de políticas económicas desastrosas, que incluyeron las nefastas expropiaciones y pulverización paulatino del aparato productivo.
Ejemplo claro de esa verdad cardinal, fue la toma de los centrales azucareros en todo el país «y que» para hacer de Venezuela una potencia productora de azúcar. Pues bien. «Los socialistas que los gobiernos de Chávez y Maduro pusieron al frente se robaron hasta la pintura de la pared».
El gobierno Chávez-Maduro creyó que el Santo Grial de la economía era maquillar la misma. Se les ocurrió la genial idea de quitarles ceros a la moneda, pero ya el desastre generado por la ineptitud y la corrupción eran indetenibles.
El dólar se disparaba (y se sigue disparando) hasta costar miles de millones de bolívares con todos sus ceros. Pero en 2015-2016, con todo y marchas y represión y los «bachaqueros» que revendían la mercancía carísima sin importarle la vida de sus compatriotas, todavía se podía comer más o menos una o dos veces al día.
De Guatemala pa’ Guatepeor
Ese panorama tan desalentador que obligó a millones de venezolanos a irse de su amado país, era «una panza», comparado con lo que es este 2020.
Los venezolanos, atribulados, fueron forzados por el coronavirus a salir de muchos de los países americanos donde estaban.
El Covid -19 los dejó sin trabajo, sin poder pagar la renta, sin remesas para sus familias en Venezuela y, nuevamente (por cosas del macabro destino), sin comida.
En el caso específico de Ecuador y Colombia, muchos venezolanos se han echado a las carreteras para regresar a su país. Padecen más de lo que padecieron al salir, pues en las fronteras son muchas veces retenidos y puestos en obligatoria y lógica cuarentena por lo del maligno covid-19.
La ONU intenta paliar el sufrimiento, el drama de los venezolanos. No son queridos en esos países, pero que ahora retornan a una Venezuela completamente destruida.
Una vez pasada la frontera colombo- venezolana, por donde entra la mayoría, se les puede ver en las carreteras del estado Táchira, dirigiéndose a pie hacia el interior del país, llevando consigo sus exiguas pertenencias en bolsos o talegas azules donadas por la ONU.
Muchos otros logran burlar los controles sanitarios, dirigiéndose directamente a su hogar, rogando a Dios no estar enfermos. Rogando no haber regresado solo para morir en su tierra o ver morir a los suyos.
Al llegar, se enfrentan a un paisaje desolador. Las calles, los barrios, los cines, los centros comerciales, todo, están solos, anandonados, rotos.
Pero saben bien que esto estaba así antes de la cuarentena del coronavirus. Lo que para otros países es una amarga y nueva experiencia, para los venezolanos es el producto de años de incompetencia y corrupción del socialismo del siglo XXI.
Quienes regresan, se enfrentan al dicho nacional de haber salido «de Guatemala, pa’ guatepeor».
«Forzada y loca» dolarización y el cuento chino
Se dan de frente con la nueva realidad del país. El gobierno le sigue echando la culpa al imperio de todas las desgracias que son absoluta responsabilidad del socialismo del siglo XXI.
Eso no es nuevo; pero sí lo es que, ahora se trata de hacer creer el cuento chino de que el imperio es culpable de la pandemia, de la destrucción del sistema de salud, de la agricultura, de las vacas flacas y del saqueo de la otrora exhuberante cornucopia de nuestro país.
Cuando los venezolanos han regresado este 2020 a su tierra, se han dado cuenta de la verdadera magnitud de la agudización de la crisis.
El bolívar como moneda, no vale nada. Es más caro el papel donde lo imprimen. El precio del barril de petróleo cayó a su cotización más baja en toda la historia contemporánea.
Antes de marcharse, estos migrantes sufrían apagones, colas interminables para comprar comida, falta de agua, gas y otros servicios básicos. Pero ahora…eso está multiplicado por cuatro. Es una carga muy pesada.
El país está dolarizado. Que bién, dirán algunos. Pero que bién para los poderosos y enchufados, porque para el pueblo, es solo una «forzada y loca» dolarización.
El sueldo mínimo es de 3,71 dólares. El más bajo de la región. Ah, pero no todo mundo gana eso. La tasa de desempleo es tan monstruosa, que muchas familias tienen que «rebuscarse» para vivir al menos con un dólar al mes.
La lista de precios impuesta por el gobierno, ha sido como una sentencia de hambre para la mayoría.
Un control de precios que seguramente nadie va a pararle bolas, como ha sucedido muchas otras veces, cuyo efecto verdadero es un descontrol monstruoso en el aumento desproporcionado de los artículos de la cesta básica.
Un control de precios infame que es la negación misma de la economía de mercado, de los precios estables de la oferta y la demanda en una economía sana, como la que tenía antes Venezuela. Antes del caos del chavismo-madurismo.
Artículos incomprables
Con su atribulado regreso a Venezuela, los migrantes se consiguen que con el sueldito de 3 dólares con 71 centavos al mes, no se puede comprar más que algunas cositas.
Según el control de precios del gobierno, la carne de tercera cuesta $2,40 el kilo; el café, $1,00; leche en polvo, $2,30; pollo, 1,74; mantequilla, 2,60; aceite, $1,00; arroz, $1,00, entre otros precios, que al ser pervertidos por los especuladores bachaqueros, subirán mucho más.
«A esta Venezuela al borde de la hambruna, es que han regresado los migrantes que tanto padecieron en el extranjero buscando un sueño que nunca encontraron en tierra ajena y que ahora vuelven para encontrarse con la pesadilla más terrorífica, generada por el arma de destrucción masiva conocida como socialismo del siglo XXI», dijo Pablo Aure para finalizar.