Dos rateros de poca monta se metieron a una casa a robar, creyendo que “se la estaban comiendo” y que se harían con mucho dinero y objetos de valor. Lo que no sospechaban, era que se estaban metiendo en una “boca de lobo” de donde saldrían más “violaos” que muñeca inflable en casa de sadomasoquista.
Todo ocurrió en una exclusiva urbanización privada al sur del estado norteamericano de Florida, donde los dos ladrones de nombres Garfield Morgan y Kim Gorton, de 36 y 54 años respectivamente, creyeron que se darían un banquete robando lo que no les pertenecía.
Haciéndose lo locos, “echaron ojo” a muchas de las viviendas. Caminaron calle arriba y calle abajo, para ver cuál era la que estaba sola y la que mejor se adaptaba a “sus necesidades” delincuenciales. Luego de una media hora de indecisión, eligieron una de las casas al azar. El destino les había jugado una macabra broma, pues con esa elección, estaban eligiendo además “una redoblona de sexo candela” que jamás olvidarían en sus vidas.
Les dio una mega paliza
Garfield y Kim pelaron los ojos cuando vieron que en aquella vivienda había mucho que robar. Se volvieron como locos metiendo todo lo que podían en sacos que habían llevado con ellos. Era como si fueran ratas extasiadas en una luna de queso. Pero desgraciadamente, pronto la alegría se trastocaría en terror líquido, aderezada con chillidos y lágrimas dolorosas.
Habría pasado como una hora y ya los rateros idiotas tenían casi todo lo que querían, pero la codicia sería su perdición. Como iba tan bien la cosa, decidieron quedarse otro rato a ver qué más conseguían, y lo que consiguieron, fue que el dueño de la casa (quien había entrado sigilosamente al escuchar ruidos en el interior) los descubriera.
Con las bocas abiertas, los ojos desorbitados y sus cuerpos paralizados, Garfield y Gorton aterrorizados y babeados, miraron de pies a cabeza aquel gigante musculoso y peludo, de 2 de metros de altura que tenían ante ellos. Era una “bestia” de 150 kilos de puro músculo y cabeza proporcionalmente pequeña para aquel cuerpo.
Fueron segundos intensos y eternos, en los que aquel “Goliat” estudió a los rateros. Al darse cuenta de que no estaban armados, avanzó hacia ellos con sonoros pasos, los agarró por el pescuezo a ambos, levantándolos del piso con sus poderosos brazos.
Garfield y Gorton apenas si alcanzaban a chillar, creyendo que habría llegado su fin, pues esa mole los asesinaría ahí mismo con sus propias manos. Pero no, ya en la cabeza del gigante, identificado luego como Harry Harrington apodado “El hombre lobo” (reconocido por ser gay), afloró una perversa idea…hacer sufrir a esas sabandijas que invadieron su casa.
Hizo justicia por “su propio Pene”
Primero les dio una mega paliza que casi los mata. Los ladrones parecían muñequitos de papel volando por toda la habitación. Trataban de escaparse por las ventanas, pero el gigante gay los agarraba y les daba sonoros pescozones capaces de tumbar un buey.
Al cabo de unos pocos minutos, los ladrones estaban destruidos por la feroz golpiza; habían quedado como coletos de urinario. Sangrantes y llorando, le pedían piedad al enorme sujeto, pero este les habría respondido algo así como que “ahora es que les viene lo bueno”.
Esas palabras pronunciadas por la voz cavernosa del gigante que hasta ese instante no había dicho nada de nada, hizo que se les pusiera la piel de gallina y se les encogiera el corazón de miedo a los desventurados delincuentes.
Como si fueran muñecos inflables, Harry los agarró por los pies, arrastrándolos hacia un cuarto contiguo mientras ellos gritaban desesperados. Las víctimas apenas si podían gemir, pues no tenían fuerzas ni para respirar, sin que les doliera hasta la raíz de los pocos pelos de la cabeza.
El gigante les destruyó la ropa encima, la cual arrancó con sus propias manos convirtiéndola en girones. Los ladrones apenas si comprendieron lo que les esperaba (como relatarían más tarde a la policía), pero lo comprendieron todo al ver la sonrisa torcida y diabólica del gigante mientras se abría la bragueta del pantalón.
También amordazados, sin poder gritar los desgraciados ladrones volvieron a pelar los ojos, tanto esta vez, que parecía se les iban a salir de sus cuencas oculares al fijarse en la magnitud “del animal” de aquel gigante que les informó que iba a hacer justicia por su propia mano, “o mejor dicho, por su propio pene”.
El trabuco del gigante Gay
Ahí comenzó el tormento verdaderamente dicho de estos pobres ladrones. “El hombre lobo” los abusaría sexualmente por cinco largos días, lapso durante el cual serían sodomizados, esclavizados por aquella bestia peluda e insaciable.
Al parecer, los ladrones, con llanto inconsolable, luego contarían a la policía que “fueron latigueados, obligados a hacer sexo oral a aquella bestia enorme con un trabuco gigante que casi los ahoga con su cosa”.
Los terroríficos días subsiguientes, los delincuentes fueron como “carne vieja” para aquel depredador sexual, que sin embargo, se los abusaba para el desayuno, el almuerzo, la merienda, la cena y la ñapa.
Algunos de los vecinos del gigante gay se dieron cuenta de que en su casa pasaba algo extraño, porque ya iban tres noches con sus días en que de su casa salían gritos desgarrados como de cuando están torturando a alguien.
Se dieron cuenta que el propietario estaba bien porque varias veces le vieron salir solo a comprar insumos o al gimnasio y luego regresaba muy tranquilo a su hogar. ¿Entonces?
Pensaba violar a los policías
los curiosos recordaron que Harry tenía mala fama de ser un depredador sexual y por eso se había ganado el desprecio de sus vecinos. Así que los lugareños notificaron a la policía el extraño asunto.
Al llegar los policías, tocaron a la puerta de “El hombre lobo”. Este abrió, se paró en toda la entrada cruzado de brazos, tapando con su imponente cuerpo cualquier resquicio por donde los oficiales pudieran ver hacia adentro y se quedó ahí como una estatua de Apolo, esperando a que los agentes formularan sus preguntas.
Los oficiales primero se intimidaron, pero luego no se anduvieron con cuentos. Indicaron a “El hombre lobo” que tenían una orden de cateo y que se apartara de la entrada. El sujeto accedió al ver las pistolas eléctricas en las manos de los funcionarios.
Otras patrullas llegaron al sitio y así, los funcionarios que habían entrado primero, pudieron revisar todo el inmueble con más tranquilidad, pues sin saber cómo, habían adivinado en el rostro de aquel gigante, que se tramaba algo siniestro. Y era verdad, luego este gigante gay confesaría que en primera instancia pensó violar a los dos oficiales que habían llegado a su casa, pero que como luego llegaron refuerzos, la idea fue inviable.
“El que a hierro mata, a chomuere…”
@Cristian Antonio Cooz.-