La tragedia «huele a carne quemada» en Tasajera, Colombia tras explotar cisterna con gasolina que era saqueada

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Cristian Antonio Cooz.-Un día después de la hecatombe, los cuerpos humanos horriblemente calcinados, irreconocibles, yacen al lado de la cisterna quemada; el espeso humo se ha despejado en parte, pero el aire gris en el pueblo de Tasajera, departamento del Magdalena, Colombia, «huele a muerte, a carne humana quemada. Es como un apocalípsis…como el infierno».

Así es como describen los supervivientes de este pueblo de pescadores del Caribe Colombiano (que es un corregimiento de Pueblo Viejo, entre Barranquilla y Santa Marta, específicamente entre la Ciénaga Grande y el Mar Caribe, en la costa), la mortandad, producto de una poderosa y arrasadora explosión que abrasó a muchos de los habitantes de la deprimida localidad cuando saqueaban el combustible de una cisterna volcada en la carretera.

Las autoridades colombianas contabilizaban unos 10 muertos y unos 50 heridos; estos últimos con horribles quemaduras, por lo que el número de muertos podría ser mayor.

Los lugareños, cuentan que un día después, este martes 7 de julio, el cielo amaneció gris, «como si la apestosa túnica de la muerte todavía estuviera arropándolo todo». Y repetían con infinito dolor: «la tragedia huele a carne quemada».

Bestia mecánica que «sangraba» gasolina

Al parecer, eran como las 8:00 de la mañana del aciago lunes 6 de julio, cuando esa gandola llena con cientos de litros de gasolina, volcó aparatosamente en la trocal del Caribe. Ahí comenzó la tragedia.

Acicateados por el hambre y la pobreza extrema, en lo que se volteó la gandola, la noticia se corrió como pólvora. De todos los rincones del pueblo salieron al sitio para hacerse con gasolina y poder usarla o venderla.

«En cuestión de segundos llegó una tropa de motorizados, carros y gente de a pie, que hormigueaba por toda el área, cayendo sobre la bestia mecánica que sangraba gasolina», relató un testigo presencial que no quiso dar su nombre.

Saqueando sobre una poderosa bomba de tiempo

Con distintos recipientes que iban desde baldes hasta botellitas de agua mineral, la locura y la codicia por agarrar del preciado combustible, se había apoderado de tal manera de los pobladores de Tasajera, que no se dieron cuenta que estaban parados sobre una poderosa bomba, y que era cuestión de tiempo para que estallara.

Nadie sabe en realidad cuál fue el detonante, pero todo estaba servido para la inenarrable tragedia.

Los gases inflamables, como un espectro mortal, invisible, pero de olor penetrante, advertía que todos debían alejarse, pero…nadie hizo caso.

Lo cierto es que alguien, quizás incluso con un cigarrillo, o la chispa del cable de bujía de las destarladas motos, u otra cosa, causó la ignición.

En fracciones de segundo, se elevó una pavorosa y abrasadora bola de fuego semejante al mortífero hongo de una explosión nuclear.

Quienes estaban sobre, y alrededores cercanos de la cisterna, no supieron qué les mató. El fuego los calcinó en unos instantes hasta los huesos. Al menos 10 personas murieron en el acto.

La potente onda expansiva y las feroces lenguas de fuego avanzaron por decenas de metros, matando e hiriendo a todos los que se ponían en su radio de acción.

El sonido de entusiasmo de los saqueadores había sido ahogado y ahora, tras la portentosa detonación, solo se dejaban escuchar quejidos lastimeros, llanto y gritos desgarradores.

«Era como una zona de guerra. Muchos muertos horripilantemente quemados. Solo se les veían los dientes a los cráneos ya sin piel. Ni sangre había. La sangre se les evaporó y la carne se les quemó hasta el hueso», dijo un testigo entre sollozos.

La pobreza los hizo vivir de la carroña

Fred Jiménez, habitante de Tasajera y realizador audiovisual, entrevistado por El Tiempo de Bogotá, dijo que “Nos estamos muriendo de hambre. Hay días que lo único que podemos tener es lo que nos da la carretera”.

Así se refirió a la tragedia humana que están padeciendo en el pueblo de Tasajera y que les llevó a convertirse en saqueadores de camino, con trágicas consecuencias.

Explicó Jiménez que la mayoría de los habitantes de este pueblo, antes vivían de la pesca, pero que la sobreexplotación de la Ciénaga y el abandono del gobierno, los convirtió en saqueadores de oficio.

Justificó que la gente, (empujada por la fea y esquelética hambre) para sobrevivir, se dedicaron a vigilar la carretera en espera de alguna víctima, algún siniestro vial para poder saquear mercancias.

Se acostumbraron tanto a ese estilo de vida de carroñeros, que entre sus objetos, tienen sacos, baldes y todo tipo de recipientes para cargar con lo expoliado, dependiendo del tipo de mercadería.

Muchas veces vieron morir conductores en esos accidentes, pero con la conciencia humana perdida a fuerza de hambre y penurias, los hizo primitivos y despiadados, pero que ahora, les llegó el karma.

Algunos ven lo ocurrido como un castigo, un pase de factura de la vida que le está cobrando un alto precio de unos 10 muertos y unos 50 heridos.

Agobiado y de luto, el pueblo entero pide ayuda del gobierno nacional para volver a tener una economía local que les permita vivir dignamente, y no de la rapiña de los accidentes en carretera, que a fin de cuentas, los llevó a esta monstruosa tragedia.

Y repiten con dolor: «la tragedia huele a carne quemada».