Cristian Antonio Cooz/Foto: AFP.-Antes de la salida del sol de este aciago martes 19 de abril de 2022, Vladimir Putin desencadenó el infierno sobre el Donbás, este de Ucrania. Cientos de cañones de artillería hicieron temblar el suelo, sus bocas, como las del Cancerbero, escupieron odio, dolor, muerte y fuego sobre las posiciones de los soldados ucranianos y sobre miles de civiles (ancianos, mujeres y niños) que aterrorizados en sus escondites, sintieron el fragor de la feroz batalla sobre sus cabezas.
Las piezas de artillería dispararon desde Jarkov a Jerson, en la extensa medialuna que incluye los óblats de Donetsk y Lugansk. Con la salida del sol, las tropas rusas en número aproximado de 80 mil hombres, apoyados por cientos de carros de combate, blindados de transporte de personal, camiones, aviones y drones, se lanzaron a la orgía de destrucción contra Ucrania.
Cualquiera diría que en las ruinas humeantes de edificios y campos arrasados por los bombardeos rusos, no quedaba ni un ser con vida, pero sí. Los defensores de Ucrania empuñaron sus armas a todo lo largo de la línea de batalla y se defendieron.
Oleadas y oleadas de “orcos”
En esta enorme región que Putin pretende sojuzgar, oleadas y oleadas de “orcos” (como les llaman los ucranianos a los rusos), fueron desatados a la matanza y a su desenfrenada sed de sangre.
Los reporteros internacionales tras la línea de los defensores, han descrito someramente escenas de la batalla, pero combatientes de primera línea, lo han descrito aún más descarnado y escalofriantemente real lo que acontece en ese infierno.
Algunos indican que la artillería de Ucrania respondió al fuego ruso de la madrugada con obuses de 122 mm, 152 y 240mm, cuyos proyectiles “descabezaron despedazaron a muchos orcos”, como refirió un combatiente con el rostro pintado con su propia sangre.
La muerte en cada esquina
Relatos de este atroz infierno de Putin, indican que el parecido de estos combates cuerpo a cuerpo de la Segunda Guerra Mundial, son verdaderamente sorprendentes. En cada esquina la muerte espera, en cada esquina, sorprende a un soldado (ruso o ucraniano) y le arrebata la vida.
Los soldados solo pueden abrir mucho los ojos, gritar y sentir que son atravesados por las balas que los atraviesan, arrancándoles girones de ropa, piel, y huesos en nubes atomizadas de sangre o en chorros que se les escapan como surtidores rojos.
Otros dicen que, en ese infierno de Putin, los proyectiles y las bombas, desmembran a los hombres con la facilidad de monstruos feroces que salen desde todas partes.
Azovstal, como en la fábrica y acería de Stalingrado
Uno de los sitios más aterradores de este infierno de Putin, está en Mariúpol, específicamente en el complejo industrial siderúrgico de Azovstal, donde los feroces combates recuerdan los ocurridos en la fábrica de tractores y la acería Octubre Rojo de Stalingrado entre agosto de 1942 y febrero de 1943.
Pero esta vez, son los rusos los invasores y en este complejo, uno de los más grandes de Europa, lleno de túneles y escondrijos, los rusos podrían ser exterminados como lo fueron los alemanes del 6to ejército nazi de Von Paulus. Entre las ruinas de lo que fueran altos hornos de hormigón y concreto, tuberías, edificios ennegrecidos y redes de energía ya sin energía, los hombres y mujeres de Ucrania siguen emergiendo para cobrar la vida de los orcos invasores. Los paralelismos son crudos, escalofriantes, reales. La brutal muerte también lo es.
Desgraciadamente, en la fábrica de acero de Azovstal, se esconden mujeres (algunas embarazadas), niños, ancianos y enfermos que acurrucados en búnkeres, son el blanco de los orcos invasores. Los defensores de Ucrania tratan de evitar la matanza, pero necesitan ayuda. Luchan con todas sus fuerzas, pero “el odio feroz del Orco de Moscú es fuerte, quiere nuestra vida, nuestra sangre, pero le costará caro”, dijo un defensor antes de lanzarse al aterrador fragor de la batalla.
Lo que ocurre a lo largo de todo el frente es de verdad infernal; “es un infierno cuyas puertas a abierto el demoníaco Vladimir Putin en su afán de imponerse al mundo civilizado”, explicó otro soldado de un grupo que protegía una zona no revelada para el aterrizaje de helicópteros de Ucrania, cuyos pilotos arriesgan la vida para intentar llevar suministros y armas al frente de batalla. Es otro siglo, pero es la misma barbarie de la guerra.