El increíble caso de la asesina del huevo de gallina

1652

Por: Cristian Antonio Cooz. Desde el principio, todo mundo señaló a Margarita, como la vengativa, sangrienta y feroz criminal que utilizando un objeto contundente, le partió el cráneo a su esposo. Hablaban de hierros o palos como el arma homicida, pero nadie tenía pruebas de su aparente culpabilidad. Había empezado el increíble caso de la asesina del huevo de gallina.

El cadáver  de su marido estaba tirado boca abajo en plena sala sobre una película de sangre gelatinosa que invadió casi todo el piso de cerámica blanca.

Los agentes de criminalísticas que llegaron a la escena del crimen, caminaban con paso cauto alrededor del cuerpo, sin acercarse mucho, mientras trataban de vislumbrar cualquier elemento extraño !Y pronto lo vieron! Una cáscara de huevo, estaba inocentemente en la escena del crimen, como que habíase lanzado desde el sartén para suicidarse antes de quedar frito.

Margarita había vivido 15 años con la víctima y parecía realmente inconsolable. Sufría espasmos y ocultaba su rostro árido, desencajado y rojo entre las marchitas manos de dedos ahusados. Su cabellera de plata descolorida y amarillenta, le daban el aspecto de haber padecido los horrores de un campo de concentración nazi.

Tendría apenas 35 años, pero parecía de 600. Los investigadores especiales de la Policía Científica, se veían entre si y compartían el mismo pensamiento que se transmitieron sin una palabra.»Si es la asesina, también es una rolo de actriz».

Había sido ella misma quien pegando alaridos, salió a la calle solicitando ayuda a los vecinos, diciendo que su esposo estaba muerto. Los residentes de la conocida barriada al sur de Valencia salieron en cambote y vieron con curiosidad, más que con terror aquel desenlace que se ufanaban de haber predicho con la exactitud del alucinante  Nostradamus, según ellos.

Los agentes Carlos Salinas y Mario Pinto habían llegado a la escena del crimen, 3 horas después de cometido. El reloj de pared, mudo testigo, marcaba ya las 2:00pm. Aun había suficiente luz como para colectar indicios y evidencias con mucha efectividad, así como los innumerables, pero febrilmente “chismosos” testimonios de los vecinos, quienes murmuraban sobre el increíble caso de la asesina del huevo de gallina.

La presunta homicida estaba en shock y fue llevada a un centro clínico; pero los vecinos seguían echándole una “ayudaíta”. Se desataron las lenguas a contar cómo el marido (ahora frío, pálido y más muerto que Timbiriche), golpeaba a su esposa de forma brutal cada vez que bebía, y cuando no bebía…también.

Sin que los investigadores les preguntaran nada, dijeron que Margarita,  siempre aseguraba, que algún día ya no iba a aguantar más que él le pusiera un dedo encima y que lo iba amatar. Hubo quien hasta dijo que ella se había comprado un bate, una escopeta y una motosierra de esas de cortar árboles, y que en la casa debían estar escondidos.

Con todo eso y jurando que ella era libra en el horóscopo y que todo mundo sabía que estos eran muy aguantadores, pero cuando explotaban, explotaban. Así que, sin necesidad de preguntarles mucho, los vecinos de la Margarita llegaron a la conclusión de que ella y nadie más que ella era la asesina. Punto.

Esos “chéveres” vecinos se nombraron a si mismos como jueces y verdugos. La condenaron entonces antes del juicio y así lo dijeron a Carlos y a Mario. Todo cuadraba. Lo único, era que la homicida no confesaba pues cayó en un abismo de catatonia.  Todos rumoraban que pasaría el resto de su vida como una autista.

Otra cosa que no encajaba, era que en efecto, si había un bate en la casa (desecharon lo de la motosierra y la escopeta), pero se comprobó que no fue utilizado en el crimen y pertenecía a la hija veinteañera de la presunta homicida, quien jugaba softball. Era pitcher.  Luego de que se llevaron el cadáver, llegó esta muchacha. Andaba algo desaliñada. Tenía la mirada perdida mucho antes de entrar y caminaba como sonámbula.

Explicación detallada del crimen 

Los funcionarios para casos especiales le abrieron paso entre la multitud que se arremolinaba no lejos de la puerta de entrada, hasta donde lo permitía la cinta amarilla de seguridad. Carlos le dijo que se sentara. Le habló lentamente delante de su compañero Mario. Su tono era protector y amable. Iban a intentar algo, por eso se aseguraron de que los curiosos no estuvieran escuchando. Mario sencillamente le espetó a la enmudecida muchacha un demoledor: ¡tú lo mataste!

La chica reaccionó. Peló los ojos y su rostro se convirtió en una máscara expiatoria. Quería hablar, pero el nudo en la garganta era más fuerte. Solo las lágrimas eran la evidencia de la tormenta de su alma.

Mario la calmó y le explicó: -te voy a decir lo que pasó y tú afirmas o niegas ¿bien?- La chica afirmó temblorosa en su silla.

-Como siempre, tu padrastro le estaba pegando a tu madre. Tú saliste de la cocina con un huevo en la mano que iba a ser tu almuerzo. Luego, la indignación te hizo actuar y lanzaste contra él lo primero que tenías en la mano…el huevo que ibas a cocinar-.
Reconstruyendo los hechos del increíble caso de la asesina del huevo de gallina, con maestría, Mario le dijo que ante los gritos de advertencia, el malvado sujeto soltó a la madre y se dirigía amenazador hacia la muchacha, posiblemente riéndose porque esta lo amenazara con un simple huevo, sin saber, que ese material biológico con forma de célula, envuelto en su endeble caparazón, era un arma mortal. –Cuándo lanzaste el huevo, él instintivamente trató de protegerse con la mano, pero sin mucha convicción, para demostrarte quizás el desprecio por ti y por tu huevo.   Esa fue su perdición, el huevo le dio en el cráneo en el ángulo justo y…-

La chica estaba tan abismada, que la explicación de Mario, más que una acusación desquiciada, le aclaraba a ella misma aquel suceso terrible que creyó una especie de maldición.

¿Cómo era posible matar a alguien a huevasos? Mario le explicó que el huevo, era una de las estructuras más fuertes de la naturaleza. Que por accidente, ella lo lanzó de forma tal y a tal velocidad de un lanzador de beisbol, que la punta, quebró el cráneo de la víctima con la fuerza de una piedra. Luego, este cayó y le pegó la sien al borde de la escalerita que da desde la sala a uno de los cuartos. Ahí quedó. Mortadela.

Por ejemplo, si un levantador de pesas, por más fuerte que sea, agarra un huevo y lo aprieta por las puntas con las palmas de sus manos, se le hará imposible romperlo. Es el mismo principio de los submarinos. La forma ovalada lo hace muy resistente a las altas presiones. El huevo se quebró, pero fue al caer al suelo, pero ya su poderosa punta, había roto el cráneo de la víctima.

-Ese fue el fenómeno que privó en esta tragedia y tú tuviste la mala fortuna de de experimentar con horror ese principio ¿tengo razón?-, culminó Mario con el tono de maestría mezclado con la compasión por la chica.

Ella comenzó a llorar, pero admitió lo sucedido. Fue detenida, pero la fiscalía y el juez, al tener conocimiento de aquel asombroso caso que se dio por llamar el de «la asesina del huevo», redujeron a un año su condena por homicidio culposo, con posibilidad de salir a los 5 meses.

Huelga decir que al término de ese penoso tiempo que pasó recluida en la cárcel de mujeres del Penal de Tocuyito,  fue a reunirse con su madre ya mejor de salud, para olvidar  el increíble caso de la asesina del huevo de gallina, para olvidar todo aquel horror vivido por culpa de un hombre violento y por un huevo vengador.