Putin estaría padeciendo el “síndrome del Führer”, paranoia, violencia y encierro

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Muy desmejorado en su aspecto físico, Putin teme un complot militar en su contra

Por: Cristian Antonio Cooz.-Por más que intente aparentar otra cosa, Vladimir Putin se ve desencajado, enfurecido, paranoico, con ataques de histeria y violencia contra sus subordinados, lo que para la inteligencia norteamericana, esto sería el “síndrome de Hitler o síndrome del Führer ”.

Una muestra palpable del desprecio que siente por quienes le sirven, lo sintió en carne propia su Jefe de Inteligencia Exterior, Sergei Narishkin, a quien humilló durante un Consejo de Seguridad celebrado en el Kremlin. El video de este bochorno rueda por todo internet.

Sergei Narishkin se debió solo unas palabras del discurso de Putin sobre el asunto del reconocimiento de los Óblast ucranianos de Donetsk y Lugansk y su amo lo increpó ferozmente, al punto de que el funcionario de inteligencia palideció, tartamudeó y tuvo que enmendar su discurso hasta que Putin le mandó a sentar con desprecio.

Encerrado en su búnker antibombas, Putin ya no es el líder de sangre fría, calculador, mirada indescifrable y rostro afable, pétreo que no transmite sus sentimientos. Para los servicios secretos occidentales, Putin perdió el control de sí mismo, pero eso, lo hace mucho más peligroso.

A diferencia de Hitler encerrado en su búnker en 1945, perdiendo la guerra, Putin posee armas de destrucción masiva y ha dicho una y otra vez que es capaz de usarlas. Putin está rabioso con sus tropas por dejarlo en ridículo y no poder tomar Kiev y menos toda Ucrania en unos pocos días.

Su poderosa columna blindada de 60 km de largo, que se ubica a 30km de distancia de Kiev, está paralizada. El fango no deja avanzar a los carros de combate, camiones, artillería autopropulsada ni antiaérea; el “General Invierno” lo aterroriza.

Evade la realidad por decreto

Los problemas logísticos no fueron bien previstos por su arrogancia de creer que entraría triunfalmente en Ucrania a lo sumo, en dos días. La resistencia de Ucrania lo enfurece tanto que ha perdido su compostura. No comprende por qué Ucrania no se hizo un favor y se rindió sin pelear contra él, que es el ¡Señor de la Guerra!

Odia a sus millones de compatriotas rusos que han tenido la osadía de quejarse por la invasión de Ucrania. Odia a la OTAN y a las demoledoras sanciones económicas de occidente. Como el FÚhrer alemán, cree que su pueblo no merece la suerte de tenerlo a él como líder.

Ha aprobado el encarcelamiento de niños y ancianos por el hecho de mostrarse públicamente contrarios a la guerra con Ucrania, ha encarcelado miles de compatriotas y los acusa de traición a la patria.

Se aísla, evade la realidad por decreto. Nadie en Rusia puede hablar contra su invasión. Nadie puede mencionar esa palabra, lo suyo es “una operación especial militar contra los nazis”. El pequeño hombre se desequilibra más y más.

¿Quiere ver el mundo arder?

Ya no es el dictador imperturbable que era. “Esos malditos”, se le ha escuchado decir hablando solo por los pasillos del Kremlin, que ahora visita menos porque prefiere su lujoso búnker antibombas, antinuclear y anti todo.

Las enormes mesas que utiliza para dialogar con los dignatarios extranjeros, dicen mucho de su estado de salud mental, según especialistas en el comportamiento humano. No quiere contagiarse de Covid y no quiere “razonar”, tener empatía o acercamiento alguno con sus congéneres.

Según las palabras del senador estadounidense Mark Warner que preside el Comité de Inteligencia de la Cámara Alta de Estados Unidos (que reflejan muy bien la estabilidad emociona de Putin), el amo de Rusia “se ha aislado, ya no pasa tiempo en el Kremlin. Recibe poca información del mundo exterior”, quizás porque cree que empañarían la única verdad, la realidad “en su cabeza”.

El Señor de la Guerra no está bien, será que ¿quiere ver el mundo arder en una hecatombe nuclear para saciar sus ansias de poder desmedido? ¿Putin se ha vuelto loco? Son incógnitas que manejan los servicios secretos del Reino Unido, Francia, Estados Unidos e incluso China.

Con la orden de ataque contra la planta nuclear  de Zaporizhzhia, en la ciudad de Energodar, a orillas del río Dniéper, sureste de Ucrania, la madrugada de este viernes 4 de marzo, Putin demostró que está desequilibrado.

Putin no quiere conversaciones de paz. Ha dicho con suprema arrogancia al presidente francés vía telefónica este jueves 3 de marzo, que seguirá su plan hasta que Ucrania se doblegue a sus condiciones. Y si se niegan, impondrá condiciones adicionales. Entre estas condiciones absurdas, están la pregonada “desnazificación y desmilitarización total de Ucrania”. ¿Ha perdido el juicio?

¿Lo pararán sus generales?

 Putin, como Hitler, no confía en sus generales. Cree que en cualquier momento sufrirá un atentado y se niega a entender que a estas alturas, es el hombre más despreciado del planeta, después de Hitler.

Putin tiene un doble para aparentar ser omnipresente y hace que le prueben todas sus comidas. Como exagente de la KGB soviética, sabe mucho de venenos y envenenamientos.

Quería hacerse respetar y ha conseguido lo contrario. Esa pérdida de respeto se ha visto en acciones y palabras de algunos empresarios rusos como las del millonario ruso Alex Konanykhin ofreció una recompensa de un millón de dólares por la detención de Vladimir Putin, en un anuncio en las redes sociales, prometiendo el pago de ese dinero a los oficiales que «cumpliendo con su deber constitucional, arresten a Putin como criminal de guerra bajo las leyes rusas e internacionales».

Antes de la invasión de Ucrania, decir esto que dice el millonario Alex Konanykhin (aún viviendo en EE.UU) era impensable. El respeto que se sentí por él en el mundo, se ha perdido. Ahora, la mayoría lo ven como un peligroso payaso iracundo, un dictador megalómano capaz de desatar el apocalipsis por capricho.

 Desde su Guarida del Lobo: “No tengo malas intenciones”

Putin quiere aparecer fresco y despreocupado, al tiempo que justifica su sangrienta invasión a Ucrania. Este viernes, tras el ataque a una central nuclear ucraniana, desde su casa-búnker a las afueras de Moscú, una especie de “Guarida del Lobo” como la Adolf, asistió vía online al izamiento de bandera de un ferri al norte de Rusia, aparentando la serenidad que ha perdido.

Aprovechó para hacer creer a los demás países vecinos de Rusia, que “No hay malas intenciones hacia nuestros vecinos. Y también les aconsejaría que no escalen la situación, que no introduzcan ninguna restricción”, lanzó una amenaza velada en declaraciones televisadas.

“No vemos ninguna necesidad aquí de agravar o empeorar nuestras relaciones. Y todas nuestras acciones, si surgen, siempre surgen exclusivamente en respuesta a algunas acciones hostiles, acciones contra la Federación Rusa”, justificó.

Putin ha amenazado a los países occidentales con una guerra nuclear si intervienen en favor de Ucrania. A Suecia y Finlandia les advirtió que si ingresan a la OTAN, eso traería «consecuencias militares».

Esta agresión de Putin, ha tenido un efecto contrario a lo esperado por él. Suecia y Finlandia se han sumado al envío de armas a la martirizada Ucrania e incluso, han barajado la posibilidad de entrar de lleno a la OTAN, mientras que más países de la zona han solicitado su ingreso a la UE o a la OTAN, lo que enfurece más a un demacrado Putin.

¿Es el ocaso de Putin? ¿O saldrá airoso de esta? ¿Padece el síndrome del Führer y con su discurso nihilista destruirá Ucrania y arrastrará al mundo entero a una hecatombe nuclear? Pronto conoceremos estas respuestas.