¡Parte el alma! 25 familias de damnificados viven la miseria extrema en estructura de Misión Rivas al sur de Valencia

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Cristian Antonio Cooz.-Parte el alma ver como 25 familias de damnificados por lluvias a orillas del Río Cabriales hace 5 años, a quienes el gobierno prometió reubicación en tres meses, están abandonadas a su suerte, viviendo en condiciones miserables en un estructura de lo que iba a ser una universidad de Misión Rivas situada en los predios del Hipódromo de Valencia, al extremo sur de la capital del estado Carabobo.

Periodistas de este medio digital que acudieron al infame centro de refugio, recabaron testimonios que cuentan atroces historias de indescriptibles carencias, llanto, hambre y enfermedades. No menos de 30 de estas personas abandonadas en esa estructura, son niños, y otros 60 son adultos mayores. 

Los niños deambulan por el área mostrando sus vientres abultados en exceso, por lo que cualquier médico diagnosticaría seguramente que padecen lombrices. Sus rostros lívidos y huesos visibles, denotan malnutrición a ojos de expertos e inexpertos. Como dicen los vecinos del sur de Valencia, de verdad Parte el alma. 

La conmovedora historia de estas familias comenzó como ya se dijo, hace unos 5 años, cuando las lluvias y el torrente contaminado del Río Cabriales arrasó con los precarios ranchitos de aproximadamente 200 familias, quienes lo perdieron todo.

En esa oportunidad, el gobierno del estado Carabobo encabezado por el gobernador Francisco Ameliach del Psuv, realizó un despliegue de socorro a los damnificados y estos fueron trasladados al referido centro educativo de la Misión Rivas, como un refugio temporal, con la promesa de otorgarles soluciones habitacionales dignas.

Como en una aldea africana azotada por la espantosa miseria

Cuando llegaron las 200 familias, ese inmueble de Misión Rivas, que no estaba diseñado como viviendas, pudo acogerlos a todos. Pero pasó el tiempo y los baños fueron colapsando, las fosas sépticas se rebosaron produciendo enfermedades; las tuberías de aguas blancas y negras estallaron por el uso masivo y los salones usados como habitaciones, se fueron deteriorando a pasos agigantados. Los alrededores fueron tomados por la maleza, la inseguridad personal, y sobre todo…por el hambre en una Venezuela en crisis, reinó en el lugar con puño de hierro.

Estos testimonios actuales de este marzo de 2021, dejan ver como todo aquello se fue transformando en una tragedia peor, de la que vivían a orillas del río Cabriales. 

Es cierto que una buena parte de los damnificados tuvieron la suerte de ser reubicados; otros, cansados y decepcionados, se fueron a otras partes, sabiendo que nunca les cumplirían las promesas de viviendas dignas. El paso de los años les había mostrado la fea mueca de la miseria más abyecta e insoportable.

Los más vulnerables, las 25 familias que todavía permanecen, se quedaron ahí abandonadas, padeciendo inenarrables penurias, como si fueran una aldea africana azotada por la miseria y la sangrienta guerra civil, sobreviviendo en pesadilla. 

Hacen sus necesidades en bolsas

Es en ese infierno es que estas 25 familias de damnificados sobreviven. En los salones de clase tienen separaciones de sábanas sucias, gastadas. Ahí defecan en bolsas plásticas, orinan en tobos y lo botan en el monte porque no tienen baños;  dado el colapso (como ya se dijo) de las tuberías y las fosas sépticas que nunca fueron debidamente vaciadas. 

Existe el deprimente caso de una muchacha de apenas 24 años que tiene 4 bebés, con quienes permanece en hacinamiento, durmiendo todos en una colchoneta no más gruesa que un dedo. Por si fuera poco, no tiene empleo para dar de comer a sus pequeños. 

Las familias de damnificados cocinan en fogón, porque huelga decir, que no tienen gas doméstico ni electricidad. No hay vitaminas ni leche para los bebés.

Irónico: niños sin educación en una estructura pensada para educar 

Así fue como solo quedaron estas 25 familias, como el remanente mísero de la criba realizada por la implacable situación que los separó del resto de los 200 damnificados, y no solo eso, sino que con  esta discriminación, parecen haber sido separados y olvidados por el resto de Venezuela y el mundo.

Los  niños de ese espantoso refugio, no tienen ropa ni calzado. No tienen para comer más que sobras que encuentran en los alrededores y que se disputan con los animales, o que les proporciona la caridad; no sienten ni conocen más allá de lo que siente y conocen sus estómagos. 

Su educación, sus procesos cognitivos básicos y superiores (como las sensaciones, memoria, percepción, atención, pensamiento, lenguaje e inteligencia), están seriamente comprometidos. “Indigno que estos pequeños, para quienes es solo un sueño siquiera pensar en estudiar, sufran lo indecible en una estructura pensada para educar”, dijo un ciudadano del sur de Valencia identificado como Pedro Carreño que ha visto a los damnificados deambular por el Hipódromo, buscando comida. 

Morir de hambre en tiempos de pandemia

La situación de los niños, es una cuestión sumamente alarmante. Sus madres dejan de comerse cualquier cosa masticable para dárselas a sus pequeños, pero nunca hay alimentos suficientes. El hambre es atroz y para ellos, la muerte por inanición o enfermedad en tiempos de pandemia, no es ninguna fantasía.

En este sitio, no hay ni las más mínimas condiciones para que un ser humano viva, menos aún, pueden adquirir mascarillas, alcohol gel o productos de limpieza e higiene que los proteja contra el bicho del coronavirus, que para ellos (aunque parezca mentira), es uno de sus menores problemas.

Sólo les quedó un papel de adjudicación de vivienda

Los damnificados relataron que, de las promesas de adjudicación de casas, solo les quedó un papel de la Misión Vivienda. Mostraron los documentos de preadjudicación de fecha 8 de noviembre de 2017, dos de los cuales a nombre de Jorge Luis Fernández y Yaritza Solimar Cadera, a quienes como a sus compañeros de infortunio, se le prometió un apartamento en el “Urbanismo Las Vegas” ubicado en el municipio Los Guayos.

Las familias aquí olvidadas, fueron con ese documento a reclamar su apartamento, pero el mundo se les vino encima cuando se enteraron que el papel que tenían no servía para nada, pues sus soluciones habitacionales se las dieron a otras personas.

Estas 25 familias de damnificados se vieron engañadas y olvidadas, pese a que sus papeles, estaban firmados y sellados por el Director Estatal de Carabobo de Hábitat y Vivienda,  (e) Iván R. Piña,  según gaceta oficial N0 40904, resolución 119 de fecha  de mayo de 2016.

Nunca nadie se ha tomado la molestia de darles respuesta de nada.

Hay que hacer algo

Más que expresas el sufrimiento de estas 25 familias abandonadas en esa edificación de Misión Rivas, las autoridades están en la obligación moral de hacer algo tomando en cuenta los Derechos Humanos de estas personas, de estos ciudadanos venezolanos que padecen esta brutal y triste realidad.

Pero no solo el gobierno, también usando como plataforma este medio, se llama a la sensibilización de las buenas personas ante la tragedia humana. Se apela al corazón de quienes pueden y quieren hacer algo y colaborar con su granito de arena para ayudar a estas familias olvidadas en la terrible situación de extrema miseria, quienes podrían morir por Covid-19, por olvido, por otras enfermedades o de la manera más atroz… Por hambre.